La rebelión de los brujos plantea nuevos misterios y nuevos interrogantes inclasificables. La mejor manera de resumir sus enigmas es citar directamente el título de los capítulos que lo componen:
Primera parte: El hombre eterno:
Dudas sobre la evolución.
El deslizamiento de los continentes.
Historia de unos mapas imposibles.
Las cicatrices de la Tierra.
Dos cuentos de hadas, con vistas al futuro.
Segunda parte: Fantasías sobre el gran lenguaje.
La música del baile de los gigantes.
El centésimo nombre del Señor.
En busca de una escritura de lo absoluto.
Tercera parte: Una cuestión más vasta.
El enigma ejemplar de los Akpallus.
Cuarta parte: Sobre algunas interrogaciones románticas.
Pequeño manual del juego de los enigmas.
Un estadístico de las cavernas.
Los desconocidos de Australia.
Sobre la comunicación de los mundos.
A propósito de la ciencia china.
Viaje alrededor de Numinor.
Quinta parte: sobre algunas semicertidumbres maravillosas.
La unión libre del saber y del hacer.
Las doce ciudades de Catal Huyuk.
El Imperio de Dédalo.
La rebelión de los brujos pasa del estudio de un lenguaje arquetípico a los fenicios en América Latina, desde las coincidencias de Tolkien y Borges sobre una Atlántida sumergida a los misteriosos mapas turcos que cartografiaron la Antártida varios miles de años antes de que fuese cubierta por el hielo.
Estos y otros enigmas son abordados desde una perspectiva poco académica, pero idílicamente intuitiva. Son valiosos a pesar de sus falencias, ya que no tienen una intención docente. Por el contrario, Louis Pauwels y Jacques Bergier parten de una premisa perfectamente opuesta: adentrarse en los misterios como camino para expandir nuestra percepción sobre lo real, que a menudo excede los límites de los comprender.
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