También conocido como teología radical, este movimiento floreció a
mediados de los años 60. Como movimiento teológico nunca atrajo muchos
seguidores ni encontró una expresión unificada, y salió de la escena tan
rápida y dramáticamente como había surgido. Incluso hay desacuerdo
respecto de quiénes fueron sus principales representantes. Algunos
identifican dos, y otros, tres o cuatro. Aunque pequeño, el movimiento
llamó la atención porque fue un síntoma espectacular de la bancarrota de
la teología moderna y porque era un fenómeno periodístico. La misma
declaración "Dios ha muerto" estaba hecha a la medida para ese tipo de
explotación; los representantes del movimiento utilizaron eficazmente
artículos de periódicos, libros de bolsillo y medios de comunicación
electrónicos.
Thomas J J Altizer creía que Dios efectivamente había muerto. Pero Altizer usó a menudo en lenguaje exagerado y dialéctico, de vez en cuando con pesados tintes de misticismo oriental; a veces es difícil saber qué quiso decir cuando habló en opuestos dialécticos tales como "Dios ha muerto, gracias a Dios!". Pero aparentemente el verdadero sentido de la creencia de Altizer de que Dios había muerto debe encontrarse en su creencia en la inmanencia de Dios. Decir que Dios ha muerto es decir que ha dejado de existir como ser transcendental, supranatural, y se ha vuelto plenamente enteramente inmanente al mundo. El resultado es una identidad esencial entre lo humano y lo divino. Dios murió en Cristo en este sentido, y el proceso ha continuado desde entonces. Altizer sostiene que con su doctrina de la resurrección y la ascensión la iglesia trató de revivir a Dios y devolverlo al cielo, pero ahora las doctrinas tradicionales sobre Dios y Cristo deben ser rechazadas porque después de diecinueve siglos el hombre ha descubierto que Dios no existe. Ahora los cristianos deben incluso querer la muerte de Dios por la cual lo transcendente llega a ser inmanente.
En retrospectiva, resulta claro que no hubo una única teología de la muerte de Dios, sino varias. Su importancia real fue que las teologías modernas, al abandonar los elementos esenciales de la creencia cristiana en Dios, condujeron lógicamente a lo que en realidad fueron antiteologías. Cuando las teologías de la muerte de Dios salieron de la escena, la adscripción al secularismo permaneció y se manifestó en otras formas de teología secular a fines de los años 60 y 70.
Thomas J J Altizer creía que Dios efectivamente había muerto. Pero Altizer usó a menudo en lenguaje exagerado y dialéctico, de vez en cuando con pesados tintes de misticismo oriental; a veces es difícil saber qué quiso decir cuando habló en opuestos dialécticos tales como "Dios ha muerto, gracias a Dios!". Pero aparentemente el verdadero sentido de la creencia de Altizer de que Dios había muerto debe encontrarse en su creencia en la inmanencia de Dios. Decir que Dios ha muerto es decir que ha dejado de existir como ser transcendental, supranatural, y se ha vuelto plenamente enteramente inmanente al mundo. El resultado es una identidad esencial entre lo humano y lo divino. Dios murió en Cristo en este sentido, y el proceso ha continuado desde entonces. Altizer sostiene que con su doctrina de la resurrección y la ascensión la iglesia trató de revivir a Dios y devolverlo al cielo, pero ahora las doctrinas tradicionales sobre Dios y Cristo deben ser rechazadas porque después de diecinueve siglos el hombre ha descubierto que Dios no existe. Ahora los cristianos deben incluso querer la muerte de Dios por la cual lo transcendente llega a ser inmanente.
En retrospectiva, resulta claro que no hubo una única teología de la muerte de Dios, sino varias. Su importancia real fue que las teologías modernas, al abandonar los elementos esenciales de la creencia cristiana en Dios, condujeron lógicamente a lo que en realidad fueron antiteologías. Cuando las teologías de la muerte de Dios salieron de la escena, la adscripción al secularismo permaneció y se manifestó en otras formas de teología secular a fines de los años 60 y 70.
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