La mayor parte de los autores de historia americana, cuyas obrashe leído, salvo contadas excepciones, como la de Anieghino, consideran como un enigma el origen de las razas y de las civilizacionesamericanas.Así, por ejemplo, Vivó nos dice que
`El problema del origen delas culturas de México y Meso-américa permanece insoluto en todos sus puntos esenciales` (`México prehispánico`, Caso y Vivó), Westheim afirma que
`el único punto oscuro de las culturas precolombinas es el origen de todas ellas
{`Arte antiguo de México^), Posnansky,el más ilustre escudriñador de la cultura de Tihuanaco, a pesar de sus esfuerzos de investigación, nos deja latente el enigma de su origen. Y así tantos otros...Con estas premisas de incertidumbres y dudas, no se pueden calificar de sueños de la imaginación o hipótesis pseudo-científicas aquellas que tratan de relacionar las culturas americanas con las de Egipto y Mesopotamia, o
bien de buscar la solución en la preexistencia dela Atlántida.No sólo buscando huesos, piedras y cacharros bajo la tierra con la pala y el pico se resuelven los problemas etnológicos y culturales.La vida, no es solo materia, sino también espíritu,
y aunque sea muyplausible y respetable buscar fósiles y restos arqueológicos, es necesario también buscar el espíritu de los pueblos, que está en su palabra, oral o escrita, o sea en sus leyendas y tradiciones. Cuando noexisten documentos históricos que puedan aclarar un problema, es lícito escuchar la voz del consenso colectivo.
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