Historia no. Ciencia tampoco. Pero las ruinas de Tiwanaku se alzan en la meseta boliviana, a
3800 metros sobre el nivel del mar, próximas al Titikaka, lago sagrado de los Kollas y de los Incas.
El soñador ha leído mucho —cronistas coloniales, historiadores, arqueólogos, investigadores del
pasado andino, fantasistas de ciencia-ficción— asimilando conocimientos de ayer y de hoy. Ha meditado
largamente, escrutando en las piedras y en los montes, en la toponimia y la semántica, interrogando al
monolito, alfabeto hermético, y al indio alfabeto vivo.
Y al remonte de muchos años de búsqueda y elaboración interior, ha configurado esta doble
imagen de intuición poética y discurrir racional que linda en el idealismo trascendental de Schelling y en la
fantástica de Novalis transfigurados al toque iniciático del alma india.
América enigmática y remota, América juvenil y matinal encuentran su centro de gravedad en el
Ande Boliviano. Y Tiwanaku es la Capital del Misterio cuyos tesoros arqueológicos sepultados apenas
afloraron a la superficie.
Caminante: acércate a los nevados seculares, a las piedras inmemoriales, interroga al Indio y al
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