Ése es el título del libro más reciente de Andrés Manuel López Obrador, cuya primera edición publicó en junio la editorial Grijalbo.
El revelador texto describe el saqueo del país perpetrado por un pequeño grupo de empresarios; algunos de ellos también impulsaron en 2006 la guerra sucia para evitar que él llegara a la Presidencia.
Dicha oligarquía, explica, se conformó “desde el gobierno de Carlos Salinas, cuando un puñado de traficantes de influencias, al amparo del poder público, inició el despojo de los bienes de la nación y del pueblo, con el engaño de una supuesta modernización del país” (página 56).
Salinas: amo de títeres
Son alrededor de 30 personas quienes “conforman el comité central de la oligarquía en México” (página 44). Entre ellos, Carlos Slim, Ricardo Salinas, Germán Larrea (Grupo México), Alberto Bailleres (Instituto Tecnológico Autónomo de México), Jerónimo Arango (socio de Wal-Mart y uno de los financiadores de la campaña de Calderón en 2006), Emilio Azcárraga Jean (cabe recordar el papel que Televisa jugó en 2006, con una intensa campaña mediática contra López Obrador y apoyando a Calderón), Roberto Hernández, Joaquín Guzmán Loera y Alfredo Harp Helú.
La lista incluye también a “otros empresarios y banqueros, de menor rango o venidos a menos, que siguen manteniendo influencia política”: Roberto González Barrera, Lorenzo Servitje (activista católico y panista, cabeza del Grupo Bimbo, promotor de la guerra sucia contra Andrés Manuel), Claudio X González (presidente de Kimberley-Clark de México), Lorenzo Zambrano y otros.
Sobre Germán Larrea, por ejemplo, señala que es “uno de los hombres más insensibles y de malas entrañas de la vida pública del país” (página 53).
Larrea es el tercer hombre más rico de México y el número 72 en la lista de multimillonarios del mundo; ha reprimido a los trabajadores de su empresa minera en Cananea, y ha ido tejiendo una red de influencias y relaciones políticas.
Durante algún tiempo, el abogado de Grupo México fue el actual secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont (página 52).
Sin embargo, es Carlos Salinas quien presume de tener bajo control a casi todos los integrantes de la elite política: “Tiene un fichero donde, además de información general, guarda copias de facturas y cheques de empresarios, políticos, opositores, comunicadores e intelectuales. En cierta ocasión, un intelectual se le volteó y a los pocos días le publicaron documentos del dinero que había recibido durante el gobierno de Salinas” (página 58).
El control de los llamados “grandes” medios de comunicación es el principal instrumento de los oligarcas. En particular, recurren a la televisión, con la que “manipulan el pensamiento de millones de mexicanos y administran la ignorancia en el país” (página 59).
De acuerdo con López Obrador, Calderón ya no le es útil a “la mafia” que lo llevó al poder, que ha decidido impulsar a Peña Nieto, candidato de Salinas a las elecciones de 2012.
Sugiere que el retorno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al poder sería como el regreso de Santa Anna a mediados del siglo XIX, cuando él, que había entregado a Estados Unidos la mitad del país, fue llamado desde su exilio en Colombia para gobernar de nuevo a México.
En realidad, con Calderón es como si Santa Anna estuviera gobernando de nuevo, bajo un poder caracterizado por ser entreguista, por apoyarse en los más ricos (y por tanto en los principales medios de comunicación), lo mismo que en la jerarquía católica y en el Ejército.
La jerarquía católica: ¿gran ausente?
Llama la atención que, en su libro, López Obrador prácticamente no mencione a ese otro gran apoyo del gobierno derechista, que es la jerarquía católica, la que tanto se ha beneficiado con la llegada del Partido Acción Nacional (PAN) al poder y anteriormente con el acercamiento que tuvo con Salinas, un presidente que, al igual que Calderón, llegó al poder mediante el fraude.
Independientemente de los recursos de que puedan disponer, prelados como Norberto Rivera, Juan Sandoval, Onésimo Cepeda y otros son cómplices de la mafia que gobierna el país, o más bien forma parte de ella.
Y es un sector sumamente peligroso, no sólo por sus vínculos con el empresariado, por medio de personajes como el mencionado Lorenzo Servitje, y por representar a un poder trasnacional, sino ante todo porque busca eliminar las libertades derivadas del Estado laico.
Quiere intervenir en la educación, en el Ejército y en todas las instituciones, impulsando un totalitarismo católico como el que se vivió en España con Franco, o el que han padecido naciones suramericanas.
Tradicionalmente, su brazo político ha sido el PAN, que a la fecha es el único de los principales partidos que tiene raíces cristeras y que se opone en forma sistemática al Estado laico.
Sin embargo, a medida en que el PRI se ha ido empanizando, para lo cual tuvo que traicionar sus orígenes, se ha prestado a hacerle favores al clero, como la infame prohibición del aborto en muchas entidades de la república.
Hay que recordar que Salinas trató de legitimarse luego del fraude de 1988 no sólo con ayuda del PAN, sino del alto clero, al que mucho favoreció, incluso reformando la Constitución.
Por ello, no puede verse a Calderón simplemente como el personero de algunos millonarios, sino que, por sus propias raíces, ha sido el gobernante que mejor ha representado los proyectos e intereses del clero; ha sido un mandatario a la medida de la iglesia.
Por eso, una de las prioridades derechistas ha sido establecer en México el binomio clero-Ejército, lo cual sería trágico para el pueblo.
Estaríamos, entonces sí, como en la época de Santa Anna, o como en la dictadura de Pinochet.
La extraña omisión a la jerarquía católica se reflejó también en la lucha de Obrador, lo mismo que en su gobierno. López Obrador gobernó para el pueblo, poniendo en práctica excelentes políticas de beneficio social.
A la vez, evitó siempre cualquier roce con el clero, quizás por una prudencia que ha resultado contraproducente, pues la jerarquía sí lo ha atacado cotidianamente, a la vez que apoya a la mafia que controla los recursos del país.
Por el contrario, Marcelo Ebrard, aunque ha sido criticado en otros terrenos, sí se atrevió, desafiando al clero, a impulsar cambios históricos para ampliar libertades, como la despenalización del aborto y el reconocimiento del matrimonio homosexual. Son cambios históricos y necesarios, como los que en su momento promovió Juárez.
Resistencia y propuestas
En su libro, Obrador habla también de sus experiencias por todo el país en el movimiento de resistencia civil que ha encabezado a partir del fraude y de la imposición de 2006.
También presenta un decálogo de propuestas, todas ellas muy valiosas, para la transformación del país: rescatar al Estado y ponerlo al servicio del pueblo; democratizar los medios masivos de comunicación; crear una nueva economía; combatir las prácticas monopólicas; abolir los privilegios fiscales; practicar la austeridad republicana; fortalecer al sector energético; alcanzar la soberanía alimentaria; establecer el estado de bienestar; promover una nueva corriente de pensamiento, basada en la tolerancia, solidaridad, respeto a la diversidad y protección del medio ambiente.
Nuevamente, llama la atención que no se aluda al necesario respeto al Estado laico, cada vez más amenazado por la permanencia de la derecha en el poder, lo cual no es un es un asunto menor.
Aunque no se quiera hablar de ella, como si así dejara de existir, esa fuerza reaccionaria que es la jerarquía católica tendrá un peso importante en las elecciones de 2012, no en la ciudad de México, pero sí en algunas regiones del país.
Su opción favorita será el PAN, y como mal menor, si vieran esa posibilidad totalmente perdida, apoyaría a Peña Nieto, pero nunca a Obrador ni a Ebrard; al primero porque promueve el bienestar del pueblo, mientras que los jerarcas son afines al poder económico; al segundo, porque ha impulsado libertades a las cuales se opone tenazmente el clero.
Edgar González Ruiz: Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
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