Antes de comenzar a desarrollar a lo largo de los próximos capítulos la
apasionante historia de uno de los mayores y más desconocidos centros
de poder del mundo, existen algunas cuestiones que sería necesario
aclarar para, en la medida de lo posible, evitar malentendidos. Ante
todo quisiera explicar el título de este libro. Me he permitido la
licencia de utilizar el término «biografía», ya que, aunque éste se
debería aplicar exclusivamente a las personas, la «biografía no
autorizada» se ha convertido en un género literario que en las últimas
décadas ha ido adquiriendo entidad propia.
Cuando el lector encuentra en la cubierta de un libro las palabras biografía no autorizada sabe que puede estar seguro de que la obra en cuestión habrá causado el disgusto del biografiado por recoger en sus páginas todos los hechos polémicos, escandalosos o poco decorosos que el protagonista hubiese preferido que nunca jamás apareciesen en unas memorias. Así pues, partiendo de esta premisa, esta «biografía» del Vaticano es, sin duda, «no autorizada».
Sin embargo, y a pesar de la cualidad de «no autorizado» de nuestro relato, hay una consideración que estimo necesario hacer. Éste no es un libro anticatólico, y mucho menos antirreligioso. En sus páginas no leerá temas que afecten a la doctrina de la fe cristiana en general ni de la católica en particular, más allá de algunas explicaciones que se han considerado necesarias para arrojar luz sobre determinadas cuestiones que de otra manera no hubieran quedado suficientemente aclaradas.
Cuando el lector encuentra en la cubierta de un libro las palabras biografía no autorizada sabe que puede estar seguro de que la obra en cuestión habrá causado el disgusto del biografiado por recoger en sus páginas todos los hechos polémicos, escandalosos o poco decorosos que el protagonista hubiese preferido que nunca jamás apareciesen en unas memorias. Así pues, partiendo de esta premisa, esta «biografía» del Vaticano es, sin duda, «no autorizada».
Sin embargo, y a pesar de la cualidad de «no autorizado» de nuestro relato, hay una consideración que estimo necesario hacer. Éste no es un libro anticatólico, y mucho menos antirreligioso. En sus páginas no leerá temas que afecten a la doctrina de la fe cristiana en general ni de la católica en particular, más allá de algunas explicaciones que se han considerado necesarias para arrojar luz sobre determinadas cuestiones que de otra manera no hubieran quedado suficientemente aclaradas.
Se suele decir que en el Vaticano todo lo que no es sagrado es secreto.
Pues bien, vamos a dejar a un lado lo sagrado y nos centraremos en lo
secreto, en concreto en los aspectos menos conocidos de la política,
la diplomacia y, sobre todo, la economía del Vaticano, un Estado
soberano que, como todas las naciones que en el mundo han sido, ha
debido en múltiples ocasiones perder de vista la estricta observancia
de la moralidad para asegurar su propia supervivencia y prosperidad. En
este sentido, me atrevería a decir que se podría haber escrito un
libro similar casi sobre cualquier otra nación del mundo.
Nadie debería sentirse ofendido ni atacado en lo tocante a sus creencias, pues el objetivo de este trabajo son cuestiones completamente alejadas de lo espiritual. No es que tenga excesiva fe en que estas palabras sirvan para aplacar a los detractores que de seguro tendrá la presente obra, y que se empeñarán en sentirse agraviados por lo que tan sólo es una recopilación de hechos fruto del estudio de una extensa bibliografía. A ellos no me queda otra cosa que recordarles las Sagradas Escrituras: «¡Y ahora resulta que por decirles la verdad me he vuelto su enemigo!».
Nadie debería sentirse ofendido ni atacado en lo tocante a sus creencias, pues el objetivo de este trabajo son cuestiones completamente alejadas de lo espiritual. No es que tenga excesiva fe en que estas palabras sirvan para aplacar a los detractores que de seguro tendrá la presente obra, y que se empeñarán en sentirse agraviados por lo que tan sólo es una recopilación de hechos fruto del estudio de una extensa bibliografía. A ellos no me queda otra cosa que recordarles las Sagradas Escrituras: «¡Y ahora resulta que por decirles la verdad me he vuelto su enemigo!».
No hay comentarios:
Publicar un comentario