El padre Gabriel Amorth nos cuenta su historia personal con el mal y la batalla permanente.
Gabriele Amorth, sacerdote exorcista de Roma, recogiendo muchos años
de experiencia en la materia (Narraciones
de un exorcista, ed. San Pablo, Bogotá, 1996), escribe lo siguiente:
"A
los exorcistas nos parece justo e importante estar atentos a no dejarse engañar
por enfermos psíquicos, obstinados, quienes, en resumidas cuentas, no tienen
ninguna presencia demoníaca y ninguna necesidad de exorcismo. Pero señalemos
también el peligro opuesto, que hoy es mucho más frecuente y, por tanto, más
temible: el peligro de no saber reconocer la presencia maléfica y, por tanto,
de omitir el exorcismo cuando realmente se necesita. Y estoy de acuerdo con
todos los exorcistas con quienes me he comunicado, en reconocer que nunca ha
sido perjudicial un exorcismo innecesario (la primera vez y en los casos
inciertos todos hacemos exorcismos muy breves, pronunciados en voz baja, que
pueden confundirse con simples bendiciones). Por este motivo nunca hemos tenido
motivos de arrepentimiento. En cambio, hemos debido arrepentirnos de no haber
sabido reconocer la presencia del demonio y de haber omitido el exorcismo en
casos en que la presencia del demonio apareció claramente más tarde, con
signos evidentes y cuando ya tal presencia estaba mucho más arraigada (...) Por
lo dicho se entenderá cuán necio es esperar para hacer el exorcismo a que haya
signos seguros de posesión; y es, además, fruto de total inexperiencia el
esperar antes de los exorcismos a aquel tipo de signos que la mayoría de las
veces se manifiesta solamente durante los exorcismos o después de los
mismos"
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