19 febrero 2013

Los Oraculos Caldeos de G.R.S. Mead




Se llama oráculos caldeos a unos textos fragmentarios del siglo II consistentes principalmente en comentarios helenísticos a un único poema misterioso (que pueden haber sido compilaciones de varias fuentes oraculares, a juzgar por los cambios de tema aleatorios) que se cree procede de Caldea (Babilonia). Parecen ser una combinación sincrética de elementos neoplatónicos con otros de origen persa o babilónico. Neoplatónicos posteriores, como Proclo y Yámblico, los tenían en alta estima. El emperador del siglo IV Juliano sugiere en su Himno a la Magna Mater que era un iniciado del Dios de los Siete Rayos, y un adepto de sus enseñanzas. Cuando los Padres de la Iglesia Cristiana y otros escritores de la Antigüedad Tardía aluden a «los caldeos», se refieren probablemente a esta tradición.
Un análisis de los oráculos caldeos demuestra una similitud con las enseñanzas gnósticas de la época: apasionadas emanaciones se inician del Primer Intelector Paternal transcendental, del que el Segundo Intelecto, el Demiurgo, comprende el cosmos así como a sí mismo. Dentro del Primer Intelecto, un Poder femenino llamado Hécate es, como Sofía, la mediación Mundo-Alma. En la base de todo está la Materia creada, hecha por el Intelecto Demiúrgico. La materia más alejada del Dios Altísimo (el Primer Padre o Intelecto) era considerada una densa cáscara desde la que el alma iluminada debe surgir, desprendiéndose de sus prendas corporales. Se recomienda una combinación de conducta ascética y ritual correcto para liberar el alma de la reclusión y las limitaciones de la materia, y para defenderla contra los poderes demoníacos que acechan en algunos de los reinos entre los Dioses y los mortales.



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