Arqueros del rey (que pertenece al nuevo ciclo La búsqueda del Grial) se
encuentra a medio camino entre la saga de Sharpe y la del Señor de la
guerra. Por una parte, supone el regreso del Cornwell menos complaciente
y más socarrón: su héroe, un arquero inglés, se pasa tres cuartos del
libro eludiendo sus deberes para con la Iglesia y sus promesas a una
dama de buen ver, y sólo al final, y más debido a la casualidad de
encontrarse con su archienemigo en la batalla de Crécy (1346) que por
sus ansias justicieras, cumple en parte su misión. No da cuartel al
rival, tiende emboscadas traicioneras, se salta a la torera las reglas
de la guerra (si es que en la Guerra de los Cien Años había alguna...) y
sólo muestra un poco de humanidad cuando se encuentra entre camaradas o
acompañado de su última conquista sentimental. No es un pícaro, no hay
demasiado humor en Thomas de Hookton, sino un superviviente desesperado
que dice sentirse movido por la venganza (su aldea arrasada por un
pariente al que no conocía), pero al que motiva más ver un nuevo
amanecer.
Sin embargo, la nueva saga de Cornwell está lejos de las Crónicas del
señor de la guerra. En la citada trilogía artúrica, cada página te
escupía sangre a la cara, y cada párrafo parecía acompañarse de una
banda sonora profusa en clarines y tambores. Destilaba brutalidad
primigenia, personajes humanísimos en sus miserias y en sus (escasas)
virtudes. Poseía una fuerza narrativa que te forzaba a devorar libro
tras libro y, en llegando a las últimas páginas del tercero, a desear
que ese maldito inglés que pasó demasiados años dedicado al periodismo
mercenario en vez de a la gozosa aventura se fuera al infierno por
privarte de saber más y más de ese mundo fascinante y oscuro atiborrado
de brujas gesticulantes y guerreros sin virtud. Arqueros del rey, por el
contrario, se lee con agrado, pero con cierta indiferencia. Cornwell
parece no haber puesto toda el alma en él, o tal vez se ha dejado llevar
por el éxito o por el deseo de complacer al gran público cultivado que
consume las novelas del fusilero Sharpe y ha moderado el fatalismo
inmisericorde que enlosaba los destinos de los personajes de El rey del
invierno, y que los condenaba a muertes dolorosas y terribles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario