La frase que lleva en la portada este libro: "Una
peculiar crítica de América vista como una utopía fallida" (del crítico
Gary K. Wolfe) no es sólo un gran acierto de mercadotecnia por parte de
los responsables de Ediciones B sino, además, la descripción más
acertada que de esta novela pudiese hacerse. Poco hay que añadir, y en
todo caso, sólo para justificar esa afirmación.
En un futuro devastado por los excesos de nuestra civilización, lo que
queda de la humanidad intenta por todos los medios reconstruir el
perdido equilibrio ecológico del planeta. En ese mundo, desesperado por
las maravillas del pasado ahora perdidas, un grupo de científicos, el
cuerpo de Vigilantes del pasado, reconstruye, por medio de precisas
máquinas que permiten seguir los acontecimientos del pasado, la historia
de la humanidad. Una de esas observadoras, Tagiri, obsesionada por la
esclavitud, descubre accidentalmente que las personas del pasado pueden
ser conscientes de la observación y que los observadores pueden llegar a
intervenir, de alguna forma, en el pasado, y que la mejor forma de
evitar la existencia del mundo moribundo en el que viven los
observadores es evitar el descubrimiento de América por parte de Colón.
Nace así el dilema moral de la primera parte de la novela y que llevará a
la segunda parte: Disponiendo de la capacidad de cambiar el pasado,
¿sería lícito hacerlo? ¿Aunque eso signifique borrar de la existencia a
todas las personas que ahora viven en el mundo?
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