Cuando Platón escribió su celebre libro
?Timeo?, refería que los sacerdotes egipcios le habían mencionado a
Solon (Legislador Ateniense), la existencia de una civilización muy
antigua que desapareció en el fondo del mar y lo describe de la
siguiente forma:
«En Egipto», comenzó Critias, «donde la corriente del Nilo se
divide en dos en el extremo inferior del Delta, hay una región
llamada Saítica, cuya ciudad más importante, Sais --de donde, por
cierto, también era el rey Amasis--, tiene por patrona una diosa cuyo
nombre en egipcio es Neith y en griego, según la versión de aquéllos,
Atenea. Afirman que aprecian mucho a Atenas y sostienen que en cierta
forma están emparentados con los de esta ciudad. Solón contaba que
cuando llegó allí recibió de ellos muchos honores y que, al consultar
sobre las antigüedades a los sacerdotes que más conocían el tema,
descubrió que ni él mismo ni ningún otro griego sabía, por decir así,
prácticamente nada acerca de esos asuntos. En una ocasión, para entablar
conversación con ellos sobre esto, se puso a contar los hechos más
antiguos de esta ciudad, la historia de Foroneo, del que se dice que es el primer hombre,
y de Níobe y narró cómo Deucalión y Pirras sobrevivieron después del
diluvio e hizo la genealogía de sus descendientes y quiso calcular el tiempo
transcurrido desde entonces recordando cuántos años había vivido cada
uno. En ese instante, un sacerdote muy anciano exclamó:¡Ay!, Solón,
Solón.
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