En mayo de 1945, recién conquistado Berlín, unos agentes de los servicios secretos soviéticos –el temido NKVD– pululan entre las ruinas de la arrasada cancillería del Reich para cumplir una orden secreta de Stalin: averiguar qué ha sido realmente de Adolf Hitler. Ante todo, Stalin necesitaba cerciorarse de que uno de los cuerpos carbonizados hallados en el jardín de aquel edificio correspondía, en efecto, al Führer. Pero el dictador soviético también sentía curiosidad (quizás una secreta admiración) por los métodos que había empleado Hitler para hacerse con el poder y mantener un control tan feroz sobre la población alemana.Los agentes del NKVD pronto descubrieron entre los millares de prisioneros alemanes a dos importantes cautivos, Otto Günsche y Heinz Linge, ayudantes personales del Führer que gozaron de la confianza de éste durante años y que cumplieron la orden final de quemar su cadáver tras el suicidio del dictador alemán. Desde 1946 hasta 1949, Günsche y Linge desgranaron, para el llamado Informe Hitler, los rasgos de la vida privada de Hitler que más podían llamar la atención de Stalin: su relación con las mujeres, la enfermiza dependencia de medicamentos, sus vulgares gustos musicales y cinematográficos o sus burlones comentarios acerca de Chamberlain o Franco. El Informe Hitler también relata, desde una perspectiva inédita, los acontecimientos que pautaron la historia de Alemania desde 1933 hasta el apocalipsis final de 1945: desde la salvaje represión de la disidencia interna, hasta la creación de un estado policiaco o el estallido de la guerra.No obstante, casi la mitad de este documento excepcional, cuya publicación en Alemania suscitó un amplio debate, se consagra al épico relato de las últimas semanas en el búnker subterráneo de la cancillería y a la sobrecogedora descripción de aquella opresiva atmósfera.
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