Trieste, Italia: Andrea, 26 años, inicia unas breves vacaciones. Anuncia
su vuelta para el próximo domingo a más tardar. A la mañana siguiente,
según su costumbre siempre que se ausenta de la ciudad, telefonea a su
madre. Es la última vez en que se sabrá de él.
Andrea es responsable, serio y respetuoso con sus padres. Su silencio es muy extraño. Algo grave debe haberle ocurrido.
La familia inicia todo tipo de búsquedas e investigaciones. Un largo
periodo en el que por todos los medios se intenta dar con su paradero.
Todo es en vano. Al cabo de, practicamente, dos años, convencido ya
de la muerte de su hijo y un tanto obligado por las circunstancias, el
padre acepta el ofrecimiento de una cliente de su bufete de abogado de
conocer a una persona que en una ocasión se comunicó con su difunto
padre.
Este es el inició de lo que será un contacto con el más allá. Un
extraño sistema de escritura automática sirve de comunicación entre este
mundo y el otro. Los mensajes llegan en italiano y con un vocabulario
muy superior al de la elemental cultura de quien los recibe y que sólo
conoce el dialecto de Trieste. Esa persona no acepta, bajo ningún
concepto, remuneración o compensación alguna por su colaboración,
escondiendo incluso su identidad bajo un seudónimo: Sra. AnitA
Andrea informa del lugar exacto donde se encuentra su cuerpo: En
Turín, lejos de donde vivía, en el lecho del río Po, con un metro de
barro encima y encallado en las raíces de un gran árbol. etc...
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